jueves, 3 de noviembre de 2011

Casa de citas / Hemingway / Sobre la escritura

Ernest Hemingway
Fotografía de Helen Pierce Breaker

Ernest Hemingway
CASA DE CITAS



Sobre la escritura

1

Cuando estoy trabajando en un libro o en un cuento escribo todas las mañanas desde que aparece la primera luz. Nadie lo molesta a uno y hace frío o fresco y uno empieza a trabajar y entra en calor a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito y como se detiene siempre cuando sabe lo que va a pasar después, arranca desde ahí. Uno escribe hasta llegar al lugar hasta donde tiene todavía jugo y sabe qué va a ocurrir después y entonces para y trata de vivir eso hasta el día siguiente donde le da de nuevo. Uno ha empezado a las seis de la mañana, digamos, y puede seguir hasta mediodía o terminar antes. Cuando para está tan vacío y al mismo tiempo nunca vacío sino lleno, como cuando se ha hecho el amor con alguien que uno quiere. Nada puede herirlo, nada puede suceder, nada significa nada hasta el día siguiente en que vuelve a hacerlo. Lo difícil es la espera hasta el día siguiente.

2

Siempre reescribo cada día hasta donde dejé. Naturalmente cuando está todo terminado se revisa de nuevo. Hay otra oportunidad de corregir y reescribir cuando alguien lo pasa a máquina en limpio. La última oportundad son las pruebas de imprenta. Uno agradece estas distintas oportunidades.

3

Reescribí el final de “Adiós a las armas”, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar satisfecho.


El compromiso

Depende de lo que usted llame compromiso. ¿Lo dice en el sentido de una mujer que se ha comprometido? ¿O es el compromiso del estadista? ¿O el compromiso con su almacenero o con su sastre de que les va a pagar un poquito más pero en cuotas? Un escritor que puede escribir y enseñar tendría que hacer las dos cosas. Muchos escritores competentes han probado que podía hacerse. Yo no podría, lo sé, y admiro a los que pueden hacerlo. Me inclino a pensar, sin embargo, que la vida académica pondría punto a la experiencia exterior lo que limitaría posiblemente el conocimiento del mundo. El conocimiento, no obstante, demanda más responsabilidad de un escritor y hace más difícil la escritura. Tratar de escribir algo de valor permanente es una tarea que toma todo el tiempo aunque sólo se usen unas pocas horas en escribir realmente. Un escritor puede compararse a un pozo. Hay muchas clases de pozos como hay de escritores. Lo importante es tener agua buena en el pozo y es mejor sacar una cantidad regular que dejar el pozo seco y esperar que se vuelva a llenar.


Los amigos

Cuanto más uno se adentra en la escritura, más solo está. La mayoría de sus mejores y más viejos amigos muere. Otros se van. Uno no los ve más que en ocasiones, pero uno escribe y tiene el mismo contacto con ellos como cuando estábamos juntos en el café en los viejos días. Uno se manda cartas irresponsables, obscenas, alegres, a veces cómicas, y es casi tan bueno como conversar. Pero uno está más solo porque debe trabajar y el tiempo para trabajar es cada vez más corto y si uno lo desperdicia siente como si hubiera cometido un pecado para el cual no hay perdón.




La observación

Seguramente. Si un escritor deja de observar está acabado. Pero no tiene que observar candentemente ni pensar cómo le será útil. Quizás eso sirva al principio. Pero después todo lo que ve va a la gran reserva de cosas que sabe o ha visto. En la literatura se está limitando por lo que ya ha sido hecho satisfactoriamente. Así que he tratado de aprender a hacer algo distinto. Primero he tratado de eliminar todo lo que es innecesario para comunicar experiencia al lector, de modo que después de leer algo, él o ella lo conviertan en parte de su experiencia y les parezca que realmente ha ocurrido. Esto es muy difícil de hacer y he trabajado duramente en esto.


The Paris Review
Primavera de 1958, No. 18
Entrevista de George Plimpton



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