sábado, 9 de enero de 2016

Triunfo Arciniegas / Diario / Jean Rhys y una conversación de amantes

Ilustración de Triunfo Arciniegas

Triunfo Arciniegas
Jean Rhys y una conversación de amantes
9 de enero de 2016

A los dieciséis años Jean Rhys dejó Dominica, su isla natal, y se fue a Inglaterra, buscando hacerse un lugar en el mundo. Pero en Londres, según sus propias palabras, hay mucha gente con el corazón de piedra. Quería ser actriz y sólo fue corista. Un amante y un aborto la marcaron en estos primeros años. El alcohol y la pobreza la siguieron como perros sin dueño. La desdicha viajaba en su maleta, de pensión en pensión, calle tras calle. En 1919, ya casada con un periodista holandés, se trasladó a París. Tuvo un hijo que murió un mes después. El marido holandés terminó en la cárcel. Se hizo amante de Ford Madox Ford, con el consentimiento de la esposa del escritor, y empezó su carrera literaria. De regreso a Inglaterra, se casó con su agente literario. Enviudó en 1945 y dos años después se casó de nuevo. Este nuevo marido también terminó en la cárcel. Después de cuatro novelas publicadas, Jean Rhys abandonó el mundo literario con tal decisión que muchos la creyeron muerta. 27 años después volvió de las cenizas con su mejor novela, “El ancho mar de los sargazos” (1966). Llegaron la fama y el reconocimiento. En 1978 fue nombrada dama comandante de la Orden Imperio Británico. Por fin tenía un lugar en el mundo, pero se había hecho demasiado tarde. Murió, casi nonagenaria, al año siguiente.

Que este denso párrafo sirva para afirmar que Jean Rhys conoce el dolor y la frágil sustancia de los sueños. Sigan despacio pero sin pausa la conversación de esta pareja encerrada en un cuarto, asediada por el viento y el rumor del río, una noche que parece definir su destino. “El ruido del río” es un cuento para leer dos o tres veces. Las gemas duermen en las vetas más profundas.

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