viernes, 27 de mayo de 2016

Casa de citas / Vargas Llosa / El exilio de Cabrera Infante




Mario Vargas Llosa
EL EXILIO DE CABRERA INFANTE

No fue una decisión fácil. Porque él amaba profundamente Cuba, y, en especial La Habana, todo lo que había en ella, principalmente la noche, los bares y los cabarets y las bailarinas y sus cantantes, y la música, el clima cálido, las avenidas y los parques —¡y sus cines!— por los que pasea incansablemente, recordando los episodios y las gentes asociados a esos lugares, como para que su memoria tomara debida cuenta de ellos en todos sus detalles, sabiendo que no volvería a verlos, y poder recordarlos más tarde con precisión en sus ensayos y ficciones. En efecto, es lo que hizo. Cuando por fin, luego de esos cuatro meses, gracias a Carlos Rafael Rodríguez, líder comunista con el que el padre de Cabrera Infante había trabajado en el partido muchos años, Guillermo consiguió salir de Cuba con sus dos hijas, rumbo a España y al exilio, se llevó con él su país y le fue fiel en todo lo que escribió. Pero nunca se resignó a vivir lejos de Cuba, ni siquiera en los momentos en que obtuvo los mayores reconocimientos literarios y vio cómo la difusión y el prestigio de su obra lo compensaban de la feroz campaña de denigración y calumnias de que fue víctima durante tantos años. Aunque decía que no, yo creo que nunca perdió la esperanza de que las cosas fueran cambiando allá en la isla y de que, algún día, podría volver físicamente a esa tierra de la que nunca había logrado desprenderse. Probablemente sus males se agravaron cuando, en un momento dado, tuvo que reconocer que no, que era definitivo, que nunca volvería y moriría en el exilio.





No hay comentarios: