sábado, 17 de septiembre de 2016

Casa de citas / Bioy Casares / Un escritor argentino


Adolfo Bioy Casares 
Un escritor argentino

Me considero, y eso es lo que soy, un escritor argentino que he utilizado convenientemente la vena fantástica porque la entiendo literariamente válida para expresarme, pero que en mis últimas obras, y a partir de La invención de Morel he incorporado cada vez más la realidad argentina. El sueño de los héroes, por ejemplo, es una fábula metafísica, cierto, pero también real, donde Buenos Aires se encuentra presente y la mitología ciudadana es fácilmente reconocible. Y del Diario de la guerra del cerdo se ha escrito, no lo digo yo, que el tema parecía sólo reservado a la novela comprometida o de tesis, y sin embargo demostré que se puede llegar igualmente al compromiso a través de características expresivas que no tienen que ser forzosamente realistas. Para mí, la literatura forma parte de la vida, está dentro de ella, pero cada uno la vive de distinta manera y todos los procedimientos resultan válidos, mientras no se renuncie a la lucidez a cambio de la obnubilación. Yo no soy político en el sentido profesional de la política. Soy un hombre, un ciudadano, y, como tal, un ser político por definición, que escribe desde una realidad que no puedo soslayar, aunque me es permitido asumirla y expresarla de la única manera que los dioses me han dotado para hacerlo. Hay gente que me tiene por un tipo raro que vive inmerso en un universo de fantasías inútiles, pero esos tipos se equivocan, porque como argentino me preocupa mi país, estudio las causas de su inestabilidad, quisiera disponer de los medios para cambiar las cosas y sufro cuando el pueblo sufre, pero no soy tan estúpido como para creer que si en vez de escribir la utopía pesimista que es Diario de la guerra del cerdo hubiera escrito un panfleto incendiario, las cosas hubieran ido mucho mejor. La pluma es un medio de transformar la realidad sobre el papel, pero nunca será el arma mortífera que sirva para conjurar los peligros de la realidad desnuda que los políticos manosean a placer y encausan por donde les conviene.



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